lunes, 27 de diciembre de 2010

"M3NS4J3 N4V1D3Ñ0" (no tengo ganas de escribir vocales...)

Os voy a contar un pequeño secreto: Me encanta la Navidad.

Las únicas actividades que hago durante estas fechas tan entrañables son: comer, beber, cagar y dormir, es como una vuelta hacia el hedonismo de mi cadena evolutiva. Pero la cosa no termina aquí, no solo me las paso irritando la rugosa piel de mis inmensas pelotas, sino que al final de esta recta de vagancia me premian con regalos, en serio las navidades son la ostia, por eso no puedo creer que todos los bloggeros esnifapollas aprovechen estas fechas para denunciar el capitalismo o el nacimiento del Mesías, siendo a mi parecer las cenas con los plastas de la familia la mayor vacuidad oscura y despreciable de esta etapa del año.

Aunque seguro que sabes el porque lo hacen, y es que estos sujetos buscadores de cariño critican la Navidad porque no pueden abandonar su rol “underground”, escéptico y cínico, para poder deslumbrar en el conjunto de rosas negras que forman la sociedad, creyéndose él una bonita rosa roja. En otras palabras, los problemas energéticos de la actualidad desaparecerían si pudiéramos recopilar en un transformador el ego de todos los bloggeros de la red.

Por eso, amenizo estos días con un pequeño y bonito recuerdo que tengo de la navidad:


No recuerdo que año fue, ni cuantos años tenía, solo sé que era un niño dulce y encantador que disfrutaba con cosas sencillas como patear los gatos que encontraba rebuscando alimento en las bolsas de basura tiradas en la calle y enseñar la polla por la ventana cuando por mi calle pasaba alguna señora octogenaria (ambas me siguen pareciendo divertidas ahora).

Esas navidades, mis padres me sorprendieron con un bonito regalo, la recién salida al mercado plataforma de videoconsolas Playstation, con un juego bastante peculiar:


La temática del videojuego era simple: Participabas en una carrera y la única forma de conseguir puntuación era la sutil acción bibliesca de atropellar peatones a diestro y siniestro, teniendo los creadores un gran sentido de la consideración incluyendo el efecto de la sangre aterrizando con una fuerte sacudida en el parabrisas de tu coche:
                                          "simplemente genial"


Me podía pasar horas destruyendo vidas, es más, al haber disfrutado desde siempre de una gran imaginación, creaba historias para cada peatón haciendo más divertida su muerte sabiendo que los desgraciados  que sucumbian a los placajes de mi carrocería eran personas con sentimientos, haciendo más divertida su masacre  imaginando a sus seres queridos llorando y arañándose su propia piel de sufrimiento rodeando el conjunto de muñones que daba lugar con mi artístico vandalismo:


                                         "jajajaja, eso antes era una persona"


Lo mejor y más gracioso de la historia es que ese videojuego marcó una gran secuela en mi desarrollo infantil, pues recuerdo lo bien que lo pasaba cuando iba de compras con mi padre y me las pasaba atropellando a la gente con el carrito, buscando siempre atropellar a niños y ancianas, pues siempre creí que daban más puntos.

Espero que hayan disfrutado con esta miscelánea de mi vida y  pasen una feliz navidad.

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